Amalia Solís Reyes | Filoletras
31 de mayo, 2023
Tlaxcala es un estado pequeño, eso explica porqué sus cafés están vacíos de lunes a jueves pero rebosantes de vida los fines de semana. Aunque muchas veces esta oración no se cumple, algunas parejas deciden pasar la noche tomando mezcal, abrazándose en los balcones, otras familias llenas de risa piden la cuenta cuando ven mis ojos entrecerrar de sueño en la madrugada del martes.
Otra cosa que no es del todo cierta es el título, pues no soy barista, sino mesera y hostess en un café restaurante donde piden más cerveza que café. Lo último es lo más aburrido, debo invitar a las personas interesadas a consumir, les acompaño a su mesa mientras les menciono las ofertas y vuelvo a lo mismo; hay veces en las que me siento un gato, viendo al horizonte sin punto fijo durante mucho rato, observando el cambiar del cielo (de un cálido azul a gris ventoso o un morado que torna a negro) y analizando a las personas, creo que se puede saber demasiado con sólo verles existir: los que van apurados no quieren café, los que salen de trabajar probablemente quieran comer pero no están dispuestos a gastar entre semana, las adolescentes a la moda seguro quieren ver cosas instagrameables y, donde trabajo, lo es, hay una galería independiente.
Ser una especie de mesera barista es relativamente sencillo, sólo hay que aprender a hacer las bebidas y tratar amablemente a los clientes que, en mi caso, romantizo mucho esto. Yo creo, al igual que las abuelitas, que para llegar al corazón de las personas primero es necesario hacerlo a través del estómago, lo cual tiene demasiada lógica si lo vemos desde una perspectiva funcionalista, donde la comida es digerida y los nutrientes de esta ayudan a las funciones vitales. Entonces, qué mejor que una buena taza de café (o malteada) preparada con dedicación y cariño para que los comensales disfruten. Aquellas personas dispuestas a pagar por toda una experiencia culinaria pero también compartiendo su tiempo con compañías de su agrado sólo buscan un buen café (o, más que nada, cerveza), entonces el proceso de moler el café, hacer una pastilla para que el agua hirviendo extraiga sus matices, luego pasar la carga de expresso al que vaya a ser su fin, toma un mayor valor.
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