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Love Never Dies: un musical que lleva el amor a la tragedia (Parte 2)

Tanemi Sosa


En el segundo acto se debate el amor de Christine Daaé entre Raoul y el fantasma, este último al confirmar sus sospechas de que Gustave era su hijo biológico, sigue al esposo de Daaé en un bar peligroso y lo hace reflexionar sobre su fracaso matrimonial, la paternidad de su hijo y el amor de la soprano, razón por la cual lo desafía: si Christine no cantaba para él, la familia podía irse con sus deudas pagadas, de lo contrario, Raoul sería quién regresaría a París sólo. Más tarde, se anuncia el concierto de Christine Daaé, sellando así su elección entre ambos personajes, aunque su amiga de la infancia, Meg Giry, se entera de que todas las posesiones del fantasma serían heredadas a Gustave, en un acto de venganza secuestra al niño para ahogarlo en un muelle. Cuando Christine Daaé y el fantasma se enteran de la desaparición de su hijo, ambos se dirigen con su madre, Madame Giry, y encuentran a la joven apuntándoles con un arma. El fantasma trata de convencer a Meg de no dejarse llevar por el odio pero dispara accidentalmente a Daaé, ella en sus últimos minutos de vida le revela al niño quién es su verdadero padre, pero este lo rechaza y huye. Al final, la madre muere en los brazos del fantasma, mientras que Gustave y Raoul regresan a la escena para abrazar por última vez a la soprano, y el niño que a petición de Raoul, acepta quedarse con el fantasma.


Personalmente, este último acto no sólo se enfoca en llevar a la escena otros personajes nuevos a la historia, tales como Fleck (Emma J. Hawkins), Squelch (Paul Tabone), Gangle (Dean Vince) y, obviamente, Gustave (Jack Lyall), también desarrolla a profundidad el sentimiento del amor entre dos personajes: el fantasma y Christine Daaé. Ambos se complementan musicalmente a diferencia de otros personajes como Meg Giry o Raoul que sus diálogos parecen ser más estridentes y duros, justamente para llamar la atención. Sin embargo, retomando el tema del amor en este acto, le da un estilo más clásico y convencional visto en “El fantasma de la Ópera”, y que en esta secuela, se intensifica para dar ese “final feliz” tan esperado, especialmente para los fans de esta historia (me incluyo), aunque esto no dura mucho tiempo ya que la propia historia vuelve a separar a estos personajes de manera irremediable. Si bien el fantasma no termina con su final feliz, nos deja con un cierre en tonos agridulces (quizá un aspecto a favor que da la facilidad de seguir desarrollando la historia a futuro).


El trasfondo de los personajes me parece interesante ya que en ningún momento se mantienen estáticos, sino que van cambiando a partir de las circunstancias positivas o negativas en la historia. Por ejemplo; el fantasma recupera el amor y la atención de Christine Daaé al redimirse de sus acciones manipuladoras, posesivas y poco escrupulosas. Gustave, que representa la inocencia y la sensibilidad, aprende a amar y aceptar a su padre biológico sin prejuicios ante su aspecto físico y Christine Daaé escucha su “voz interior” para ser feliz con el hombre que verdaderamente la ama, dejando atrás su tristeza y preocupación por un matrimonio fallido. 


Sin embargo, existen otros personajes que a pesar de los conflictos en escena, siguen arraigados a sus pensamientos negativos como Raoul, el esposo de Daaé que entra en un estado depresivo, impidiéndole afrontar sus problemas familiares y económicos, decide refugiarse en el alcohol y la amargura porque siente celos por el fantasma que no ha dejado de sentir la misma pasión romántica por Christine a diferencia de él. Y Meg Giry, aspirando ser una buena cantante como su amiga Daaé, se esfuerza en vano para conseguir la aprobación del fantasma, (hecho que nunca ocurre) dando como resultado una jóven inestable que toma decisiones arriesgadas e impulsivas para desquitar su enojo y resentimiento.


En general, es un musical que destaca por su innovación musical (como el ya mencionado), la inclusión de escenografías con espacios giratorios simulando una especie de carrusel, los vestuarios detallados y bien caracterizados, la iluminación cinematográfica del set (negro, azul, rojo), y, claramente, la calidad musical del elenco para transmitir los sentimientos de cada personaje, resultan llamativas para los espectadores. Además, ofrece una historia mágica, trágica, melodramática y romántica que cierra con una escena conmovedora.


Nota: Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de Filoletras.




📸 Imágen tomada de The Shows Must Go On


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