ALEJANDRA NARANJO | FILOLETRAS
30 DE MAYO DE 2023
La noche ya se inclina a volverse mañana. 11:17 pm.
Mi cuerpo ha descansado y el té se va enfriando para entibiarme el cuerpo.
La casa huele a plátanos fritos con aceite de coco. Aroma dulce se esparce por los pequeños rincones. Plátano y coco. Cierro los ojos y se sabe el aroma en las papilas gustativas.
Los párpados me pesan ya un poco, las piernas se sienten también cansadas, ¿cómo no estarlo después de cargarme todo un día… toda una vida?
Solo quiero pronto sentir la tibieza del agua limpiando el cuerpo y lapidarme en la suavidad de mi cama.
Y es que no podría estar más consciente de mi cuerpo y de aquello que lo rodea después de haber pasado una tarde en que le permití pausa y presencia al mismo.
4:18 pm y yo apenas cerrando la puerta. Apresuro el paso. Voy camino que corro hacia la parada.
4:20 pm tomo asiento en la combi que me llevará hacia Apizaco. Entre plegaria y oración… e intento de comunicación telepática con el chofer, pido que no se haga más de 40 minutos en llegar. Me tranquilizo. Solo le confío mi arribo a lo que sea del destino. Estando en esa combi al tiempo no le puedo hacer nada. Sentada del lado de una ventana abierta siento el viento violentamente pegar en mi cara. “Gracias, señor cumbiero, por acelerar el viaje.”
5:00 pm Le doy mis catorce pesos al chofer y le agradezco mentalmente su prisa pero en voz alta su servicio.
Aranzazú Dance Project & Aranzazú Mx. Busco en Facebook.
Bien… ¿la ubicación?
Av. Francisco I. Madero 1219, Apizaco. Dice el Mapas.
A ver… ¿a cuánto estamos a pie? 15 mins. Ok. Puedo hacerlo en 10.
Y de nuevo, voy camino que corro. Por supuesto que no puede faltar la música para amenizar la andada.
A medida que avanzan los minutos avanzo las calles pensando: “¡chín”, espero no llegar e interrumpir”, me acuerdo “¡ay!, en el formulario pedían llegar 10 o 15 mins antes para registrarse”, me prometo: “la próxima vez saldré más temprano de casa”. Me río.
5:10 pm. Entro al estudio… tímidamente van mis pasos buscando en dónde será el taller.
-Hola, ¿aquí es el taller de…?
-Sí, pasa.
Entro a un amplio salón, se ve que apenas se están instalando todas las compañeras. En el medio veo a Aranzazú con una sonrisa que dice “Hola”.
Yo digo “buenas tardes” a ella y a todas.
Me quito el suéter.
Me descalzo.
A partir de aquí el tiempo ya no importa.
Llevamos nuestros tapetes al centro del salón y nos sentamos en ellos.
Aranzazú se presenta y nos habla de su proyecto: Caminos somáticos: Taller de danza vivencial y autocuidado, el cual, ha sido beneficiario del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales en 2022 y consistente en talleres dirigidos a “mujeres jóvenes y adultas que hayan tenido antecedentes de ansiedad y busquen herramientas dentro de la danza y el movimiento en pro de su salud mental”, así se lee en la descripción de lo que fue el registro para esta actividad.
“¿Han escuchado hablar de la escuela somática?”
Se lanza la pregunta en el aire. A mí me resuena esa palabra de “somatizar”, como alguna clase de proceso que hace el cuerpo a raíz de ciertas sensaciones, sentimientos, emociones, acciones… etc., como el meme de “yo reacciono intestinalmente a mis problemas”, pero genuinamente no sé. Meneo la cabeza en forma de negación y parece ser que no soy la única.
Conciencia corporal, conexión, sistema nervioso, ansiedad, depresión, neuronas, entorno, energía, todas estas palabras son recibidas por mis oídos e intento ponerle una definición, intuir y estructurar lo que se está por vivir.
Así, comenzó hablando del sistema nervioso y como cada neurona se encarga de canalizar el exterior, creando así una reacción en nuestro cuerpo, pasando por distintos procesos que hace nuestro cerebro como el de crear nuevos aprendizajes o recordar cosas para que después se conviertan en acciones conscientes o inconscientes realizadas por nosotros, ya sea en lo mental, desde lo que pensamos y/o sentimos y también en lo físico.
Tanta información que procesar, así que anoto: tálamo, hipotálamo, glándula pineal… para buscar más tranquilamente en casa.
También, nos es explicado que usaremos el método Feldenkrais, mismo que ha sido usado en diversas disciplinas y que se rige bajo el principio de “regresarle al humano la calidad humana”.
Tras estas explicaciones, somos invitadas a tomar café y donitas.
Me acerco a algunas chicas.
“¿Desde cuándo bailas?, ¿qué bailas?”
Nos intercambiamos números y sonrisa.
Después, acomodadas en círculo, nos sentamos en el piso y somos guiadas por la voz de Aranzazú.
Comenzamos con respiraciones y suspiros de alivio. Cerramos los ojos y me voy dando cuenta de que esa tacita de café ha acelerado el corazón, pero, ¿cómo decirle que no a un café?
Aquella voz nos va orquestando armoniosamente el cuerpo. Ahora somos indicadas a acostarnos boca arriba en el suelo. Seguimos respirando, lanzamos sonidos de liberación y vibramos los labios.
Nuestra voz comienza a hacerse oír, hacemos sonidos con las vocales.
Aaaaaaaaa
Oooooooo
Iiiiiiiiiiiiiiiiii
Se escucha por el espacio.
Ahora prestamos atención a nuestros cuerpos, comenzamos desde la cabeza. Capto aún el dolor en la cabeza de un hematoma sufrido en diciembre y sé que aún duele un poco aunque ya no esté. Después los hombros, el pecho, hasta que bajamos al vientre bajo.
Y así me doy cuenta de que tengo mucho que sanar en esa parte, concientizo sobre un desequilibrio hormonal que me fue diagnosticado el año pasado, proveniente de la hipófisis, y también siento mi espalda donde sufrí recientemente una fractura en la parte baja de mi columna.
Pequeñas lágrimas se deslizan por mis sienes y siento el dolor que ha atravesado todo mi cuerpo.
Pero de repente el llanto de dolor y/o de impotencia se convierte en felicidad, en reconocer la capacidad que ha tenido mi cuerpo a curarse, agradezco que, por alguna extraña razón y sin tratamientos, aquel desequilibrio comienza a regularizarse y que mi columna hoy me permite seguir avanzando y danzando.
Los ejercicios nos llevan a un momento en el que balanceamos el cuerpo como si fuera un arrullo.
Sonrío y sigo llorando de lo agradable que es algo tan sencillo, agradezco la capacidad de goce que tiene mi cuerpo, con sus desequilibrios y cicatrices.
Durante los ejercicios y todo el tiempo con los ojos cerrados, siguiendo la voz de Aranzazú y teniendo de fondo música tranquila, permitimos el descanso del cuerpo.
Al abrir los ojos se siente una conexión con toda mi corporeidad, una pequeña vibración y energía que sutilmente recorren cada espacio de mi interior. Desde mis ojos hasta las uñas de mis dedos de los pies.
Por último, bailamos.
Nos levantamos lentamente y caminamos por el espacio. Vamos reconociendo y moviendo el cuerpo de acuerdo con lo que necesitamos en ese momento.
“Hagan lo que no harían porque les da pena.”
Ahí comprendo por qué me encanta la danza, porque me encanta ver a otros moverse, porque cuando es genuino el movimiento no hay prejuicio, solo alguien develándose.
Nos seguimos entre todas, compartimos movimientos que vienen desde el interior de cada una, de lo que hemos creído, aprendido, sentido.
Después, nos unimos poco a poco en círculo y danzamos todas juntas.
Nos separamos en tres grupos, rondamos el espacio en el tiempo, paso y ritmo deseados y compartidos.
Ahí comprendo por qué me encanta la danza, porque me encanta la conexión que se crea con otras personas a través del movimiento.
Al final, todas terminamos contentas, tomándonos de las manos y gritando.
Nos sentamos, compartimos experiencias.
Mi corazón se siente alegre de haberse reconocido a través del movimiento, de permitirme seguir y comprender a otras su ritmo y forma de expresión.
Son 8:23 pm, pregunto con una compañera cuál es la parada más cercana para tomar el colectivo que me llevará de regreso al centro de Apizaco, porque ya me da miedo regresar a pie.
Tomo mi transporte y llego cerca de la terminal de los Atah. Me dirijo al colectivo que me llevará hacia el centro de Tlaxcala.
Me subo, y solo quiero escuchar un poquito de música.
Hacia las 9:20 pm por fin sale la sprinter hacia Tlaxcala.
Alrededor de la 10 pm llego al centro y espero otra combi para llegar a casa.
Por fin en mi hogar le escribo a la chica que me encaminó a la parada en Apizaco, le digo que llegué bien y ella me dice que también. No sé si la volveré a ver. Tampoco a las otras mujeres. Pero por un momento fuimos más que solo asistentes a un taller.
Antes de disponerme a escribir esta crónica y de preparar la cena, bailo un poco más, mi cuerpo no se contenta con demostrar la felicidad solamente con una sonrisa, si no que siempre quiere sacarlo todo por cada poro. Con todo lo vivido hace unos instantes, bailo, bailo en la sala de mi casa manteniendo la historia de lo recorrido por mis sentidos, de lo que he visto, olido, sentido, escuchado y probado, guiada por la música y la alegría.
Pero el cuerpo pide alimento, así que voy disminuyendo la energía.
Anhelo conservar bien presente este día y sensación. La sensación es momentánea, le ruego a mi memoria que la resguarde y le confío a las palabras la posteridad intacta e imborrable de estos momentos del día presente.
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